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miércoles, febrero 28, 2007


Elogio y disfrute de la tortilla de patata


Llevo varios días, desde que hablé del bar donde no se podía fumar, acordándome de uno de mis placeres cotidianos favoritos, una buena tortilla de patata. Un amigo mío dice que donde llega la tortilla de patata está España, y no le falta cierta razón. He comido excelentes tortillas de patata en el País Vasco, en Santander (aunque casi no cuajan el huevo), en Cataluña, especialmente en el bar Mañé de debajo de la que fue mi casa en Comte Borrel, y, sobre todo, en el bar "el circo" de Zaragoza, en la calle Blancas, donde si ahora mismo me cayeran encima todos los pinchos que me he comido, sin palillo incluso, moriría aplastado sin remisión. Allí no le ponen cebolla, lo que en un principio le debería quitar jugosidad, pero no importa, es magnífica.
La prueba del nueve de la tortilla es si sigue estando buena fría, al día siguiente, con un buen café, mi desayuno favorito. Los sábados que estoy en Zaragoza, sin prisas, suelo desayunar y echar un vermú o un brunch, que dicen los cool: café-pincho de tortilla-cerveza-pincho de tortilla, en ese orden.
Por supuesto que hay más tortillas excelentes, o que mi madre, o mi amigo Alfonso o yo mismo, hacemos algunas muy buenas. A mí me gusta innovar con los ingredientes y ponerle tres cosas, o pimiento, o calabacín, o queso, o puerro, ir cambiando.
¡Me está entrando antojo!
P.D. Estoy, literalmente, sudando en un ciber, así que hoy no hay música de fondo, pero os recomiendo un recopilatorio de Blue Note que se llama Cordon bleu, uno de los primeros que me compré, y que, además de ser excelente, muy largo y bailable, todas sus canciones tiene como título algo relacionado con la comida.

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martes, febrero 27, 2007



Mallrats





El miércoles pasado pasé unas cuantas horas en un "mall", uno de esos hipermercados enormes que, al modo norteamericano, proliferan por todo el primer mundo. La verdad es que es un buen escenario para una pesadilla: esos espacios desangelados, ese cemento, esa "música" (?) ambiental, el olor a fritanga mala, grasas trans, patatas precongeladas, las tiendas todas iguales, la sensación de falso espacio libre, el ruido monótono y triste, cual forzados de Dragut que diría Góngora remando en la bodega, las sonrisas de manual (si las hay) de los dependientes, esa displicencia en el trato como diciendo: "no me toques los güevos, que bastante tengo con trabajar aquí". A veces te encuentras trabajando allí a antiguos alumnos a los que ya no recuerdas, y ellos a lo mejor tampoco. Lo peor de todo es que son iguales en todos los países, que la gente se mete en ellos horas y horas y no salen hasta que abarrotan los carros. Esa epifanía del consumo y del ocio estandarizado me horripila.
Ah, a todo esto yo fui porque en muchas ciudades es la única manera que hay de ver cine, lo que es bastante patético, y era una peli que sólo ponían en una sesión y que intuí, como pasó, que quitarían al día siguiente. Era La ciencia del sueño, de Michel Gondry, el francés que ha hecho tantos vídeos y colaborado con Philiph Kauffman en pelis como Olvídate de mí. La peli me gustó, muy french, surrealista, amor loco; aunque con poco ritmo, tenía una imaginería visual muy poderosa.
Lo mejor fue que en el rato que me sobró me fui a uno de esos sitios enormes que no saben lo que venden y cogí a 6 € tres cds de Lambchop, Clem Snide y The Cure. En fin.
P.D. El título del post viene de una peli divertidísima de Kevin Smith, el de Clercks, que va como anillo al dedo.

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viernes, febrero 23, 2007



En medio como el jueves





Esta frase tan curiosa me permite escribir algo a vuela pluma. Ayer, tras una clase de inglés, me fui a una bodeguita muy simpática de Tarragona donde sólo tienen tortilla de patata (muy buena, con cebolla, gordota, fría), embutidos y vino y, atención, noticia, NO SE PERMITE FUMAR. Es el primer sitio que me encuentro donde puedes comer algo y beber sin que nadie te eche el humo sobre tu cecina, bull negre o lo que sea. Lo agradecí tanto que se lo dije al dueño, y estuvimos pegando la hebra, que diría Delibes. Me comentó que había perdido un 30% de clientes, pero que lo agradecía en salud y malos rollos y que sus embutidos estaban más ricos, además. Así que hoy iré a comprarle vino y, tal vez, tomarme otro pincho de tortilla a su salud. Y le hago propaganda gratuita, Bodega celler Gras, C/ Gobernador González, 8.
Después había un concierto en acústico de ese señor que veis arriba, Eef Barzelay, que a casi nadie le dirá nada pero que es el lider de una banda de Nashville interesante que se llama Clem Snide y que os recomiendo: neo-folk, pop-country, baladas suaves... Me recuerda a Josh Rouse, y el concierto fue estupendo, pese a que tragué 10 veces más humo del que cabía en mis pulmones y que, al ser gratis, la gente estaba charrando sin parar, gritando, ajenos al artista que se contorsionaba y explicaba sus canciones con alegría y desaliño. Si va por vuestra ciudad, no os lo perdáis, me lo agradeceréis.

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martes, febrero 20, 2007



It's only pop (but I like it!)





Hace días que quería dedicar una entrada a alguno de mis discos favoritos, de esos que nunca han tenido suerte en las listas de ventas y que tampoco están dentro de eso que en los 90 se llamó "indie". Y por eso encabezo la lista con este disco, que no es que sea mi favorito pero que me encanta: Casa doce, de BB sin sed, nombre tonto donde lo haya pero excelente disco. Yo lo compré hace muchos años en Sant Cugat del Vallés y ni sé las veces que ha sonado. Es precioso, con unas letras y una producción perfectas. También podemos hablar de otro grupo similar en cuanto a suerte y calidad, los mallorquines La búsqueda, cuyos LPs La rueda de la fortuna o Psicolatín (que compré en una buenísima tienda en Mallorca acompañando a alumnos en un viaje de estudios, Xocolat, y que fue lo mejor del viaje). El año pasado sacaron otro disco también muy bueno,Los penitentes.
Podría hablar también del amigo Sergio Algora y sus El niño gusano, pero http://www.conde-duque.blogspot.com me ha pisado el comentario.
También los granadinos 091 con su La torre de la vela, o Ciudad Jardín y su Atún y algas, o Esclarecidos con todos sus discos, o La Costa Brava...
Ya irán saliendo.
P.D. Sigo con Álvaro Cunqueiro, que hay que dosificar, y también algo de Hanif Kureishi, Intimacy, para desatascar el inglés de la Escuela de Idiomas. Pero es tan triste...

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domingo, febrero 18, 2007



Galicia, sitio distinto





En esta aburrida tarde de domingo invernal, de repente todo ha cambiado: en un programa de televisión de la 2, lo único que se puede ver, había un reportaje sobre Santiago de Compostela, y me ha entrado una morríña grado 9.
Uno no se siente de ningún sitio, cree que la tierra en la que uno nace no le da patente de bondad o de villanía, que uno tiene como patria la amistad y así todo puede ser mejor, pero en muchas ocasiones me he sentido gallego, porque creo que todos lo somos un poco, sobre todo si eres más bien contemplativo, lector, introspectivo, con lluvia interior en algunos días.
Me encanta Galicia, sobre todo Santiago de Compostela, la ciudad más bonita de España, si incluimos también Vitoria, Salamanca, Barcelona, San Sebastián y alguna otra tal vez. Pero Santiago es como un lugar en el que, cuando vas, ya tienes la sensación de haber estado. Me gusta la morriña, la sorna, la saudade, el albariño, el orujo, la literatura gallega, la piedra disfrazada perpetuamente de musgo...
Os he puesto una foto pequeñita de Álvaro Cunqueiro, mi autor favorito gallego, todo un clásico de la literatura que no siempre ha sido bien considerado. Me llegó hace más de 20 años de mano de mi amigo Alfonso y sus páginas me han dado siempre excelentes momentos: Merlín y familia, Un hombre que se parecía a Orestes, Las crónicas del sochantre, Fábulas y leyendas del mar, El pasajero en Galicia (que acabo de empezar y que me durará poco, y es el penúltimo libro, snif, que me queda sin leer de Cunqueiro), cualquier cosa que cojáis es estupenda y os llenará de ironía y alegría de vivir.
Sé que Galicia son muchas más cosas, y ya lo hablaré otro día (podéis visitar el blog de http://conde-duque.blogspot.com, otro letraherido, con buen gusto, y éste sí, gallego), pero hoy, la urgencia por poner algo al respecto me ha llamado.
P.D. Como no tengo ribeiro ni iba a abrir un albariño un domingo a estas horas, tomo un oporto comprado a la sombra, literal, de la Torre dos clérigos en Oporto, y oigo la música que aúna mejor la melancolía y la lluvia, Erik Satie, que después ha pasado a Bill Evans.

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miércoles, febrero 14, 2007



Más de una vez, el circo





De repente, a mi alrededor, no veo más que carteles de circo. Parece increíble cómo nos gustaba de pequeños tanto, la complicidad que establecíamos con el, payaso tonto, lo boquiabiertos que nos quedábamos con los acróbatas o los forzudos. Pero un día vamos a la furgoneta de los hermanos Tonetti porque alguien nos había dicho que conocía a un primo de la señora que limpiaba cuando la titular estaba de baja (o algo así) y nos da, el payaso listo, una foto firmada con más desgana que otra cosa, y otro día olemos las boñigas de los elefantes bajo el dorado de sus cintas, vemos que la acompañante del mago, vestida normal, es eso, muy normal, y el circo deja de paerecernos lo mismo. Aun con todo, cada vez que vemos sus carteles, hacemos un respingo a la infancia, aunque ahora recordamos pelis como El cielo sobre Berlín, Freaks, o libros como El circo, de Ramón Gómez de la Serna, hemos construido otro imaginario que se superpone al de la infancia.
P.D. He puesto una foto de Praga, este simpático Sincopator que tocaba en el puente San Carlos y que llenaba de alegría con su fanfarría. Hoy, que celebramos carnaval, me he puesto corbata.

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martes, febrero 13, 2007



Infinita esperanza





Uno de mis pensadores favoritos, al que tampoco quiero tildar de filósofo, es Walter Benjamin, este judio caviloso que tenéis al lado. Ya nombré uno de sus ensayos más influyentes, La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica, donde reflexionaba sobre el carácter único que tiene la obra de arte original del artista, ese "aura" que no puede reproducir la copia. Pero además de eso, tiene múltiples ensayos de lectura obligada, sobre Baudelaire, el hachís, el romanticismo, los pasajes de las ciudades, el "flâneur", esa especie de paseante urbano reflexivo, parecido a los peripatéticos atenienses...
Además, me encanta su estilo fragmentario, paradigma de la modernidad, donde el pensamiento cae picoteado en varios temas y va saltando una vez que ha dejado allí su semilla.
Perseguido por toda Europa, sin saber dónde iría a parar en la debacle nazi, viendo su casa berlinesa asaltada, escapó hacia Francia, al Sur, con la intención de pasar a Estados Unidos, como tantos centroeuropeos perseguidos, pero al llegar a Port-Bou, en la España franquista del año 40, se vio acorralado y se suicidó con la morfina que llevaba en la mochila.
Unas de sus últimas palabras, si no su epitafio, fueron éstas: "Hay infinita esperanza, pero no para nosotros".
En el Berlín actual, cerca de la K-Damn, hay una plaza moderna dedicada a su memoria, pero no tenía ni una triste estatua ni nada.
Hoy suena una de mis últimas adquisiciones en mi "razzia" barcelonesa, una sueca moderna que canta un jazz precioso y que se llama Caroline Henderson, Love or nothin' y que no me canso de oír.

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viernes, febrero 09, 2007


Un día de lluvia (en la ciudad)


Ahora luce un sol un poco falso, con un viento que parece que se nos vaya a llevar a otras latitudes, pero esta mañana llovía (y me tendré que acordar de arrastrar el paraguas todo el día. Pregunta: ¿dónde van a para los paraguas perdidos cuando sale el sol? ¿Hacen albóndigas como con los retratos que se dejaban en un restaurante, que decía Gila?), y ayer, lo que me hizo recordar esa canción de los granadinos 091 que tanto me gusta y que titula la entrada.
Ayer, yendo a la biblioteca a por material acústico (cds), vi a un niño que chapoteaba en un charco, y, cual proustiana magdalena, me acordé de mí mismo en la infancia, con unas botas de blancas de plástico que me ponía cuando llovía y que mi madre me decía: "No te metas en los charcos". ¿Y para qué quería yo pues las botas? Para eso. Además, en mi mitología infantil, me ponía un pantalón de pana oscuro y me imaginaba, de esa guisa, un coronel Caster cualquiera en Little Big Horn luchando contra Jerónimo o el indio que tocara. Ah, qué cosas tiene la infancia.
Un compañero de trabajo y sin embargo amigo me dijo una vez que alguien dijo que el hombre había creado las ciudades para escapar de la naturaleza, pero que la lluvia se la recordaba, y por eso no nos gustaba.
A mí me gusta, de vez en cuando, esa lluvia suave y melancólica, o también una estruendosa tormenta de verano.
Hoy suena Charlie Parker, del que no sé cuántos cds tengo, pero al que no me resisto. Y creo que ya recomendé su biopic, Bird, dirigido por Clint Eastwood y que le supuso su reconocimiento como cineasta de qualité.

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martes, febrero 06, 2007




El humor (negro)






Esto del humor va por etapas, hay épocas en que te gusta el humor naïf, otras veces el surrealista (Faemino y Cansado, el genial Gila), el inteligente (los anteriores más Les Luthiers, por ejemplo), otras el negro. Pero a mí nunca me falla El Roto, que también ha firmado como Ops hace años, y otros seudónimos. Sus chistes son auténticas editoriales, con mucha más mala leche e información que el resto del periódico, e igualmente subjetiva. Además, sus personajes son arquetipos, no es nadie reconocible aunque todo el mundo vea allí a su conocido trepa, un empresario sin escrúpulos, un demagogo. No suele dejar títere con cabeza y muchas veces, en sus trazos profundos y sucios (de nuevo la presencia del expresionismo, del mejor Goya, de Solana) se te hiela la sonrisa y te hace hundir los hombros cariacontecido.
Tengo un libro suyo, titulado El fogonero del Titanic, que compré saldado, con, oh maravilla, un prólogo de Miguel Ángel Aguilar, que os conmino a comprar y divulgar, como los opúsculos subversivos.
Hoy suena algo descoyuntado, Roland Kirk y sus múltiples instrumentos de viento.

sábado, febrero 03, 2007


Bandas y bandidos

He decidido poner este título a esta entrada y no el original del libro, Gangs de Nueva York, porque así no recordará tanto a la malograda pelicula de Scorsese. Efectivamente, libro nuevo comprado hace poco en la excelente librería que es Antígona, de Pepe, en Zaragoza. Se trata del libro de Herbert Asbury que tanto gustaba a Borges y que narra con extraordinaria viveza y amenidad la vida de bandas y bandidos en el Nueva York de 1800-1925. Está escrito sólo tres años más tarde, por lo que la cercanía a los hechos lo convierten en una crónica indispensable (curiosamente dice que ya no se ven gánsters, sin augurar ni de lejos lo que iba a pasar tras la ley seca y la 2ª guerra mundial). Llevo cuarenta páginas, no llega a una décima parte, pero intuyo que me lo zamparé raudo y veloz como el correcaminos. La creación de Nueva York, como paradigma de la metrópolis, es toda una lección sobre la forma en que el poder se extiende y se impone por medio de sangre, corrupciones, recalificaciones (esto suena, ¿eh?) y demás.

La peli de Scorsese dejaba ver cosas, pero al final se quedaba con lo menos atractivo.Ya sé que la tuvo que recortar por mil partes y se quedó en nada, pero es lo que vimos y sobre lo que opino.

Ya he recomendado aquí los también excelentes libros sobre Nueva York de Antonio Muñoz Molina y Enric González, así que no nos repetiremos.
La foto es de Weegee, ese cronista de la vida real de Nueva York del que también alabamos su biopic El ojo público.

De toda la música estadounidense me he puesto el excelente The days of our nights, de Luna, muy cool entonces pero muy vigente. Igual que el cd de antes, de The Feelies, Only life, de lo mejor que se puede oír cada día sin cansarse.

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Joseph Roth

He terminado de leerme un libro hace unos minutos del señor con cara de morsa, cigarrillo en la mano y copa pronta y presta a ser vaciada de aquí al lado. Se trata de Joseph Roth, nacido en Galitzia, actualmente Ucrania pero entonces imperio austro-húngaro (lo que me recuerda una historia que leí de una familia de tres generaciones que había pertenecido a tres países diferentes ¡sin cambiar de casa!). El libro se titula Las ciudades blancas y lo escribió Roth cuando todavía no había confitado su hígado en absenta y bebidas espirituosas (lo que también me lleva a recomendar otra novela suya, llevada al cine, La leyenda del santo bebedor) y estaba optimista. Narra en él sus impresiones durante un viaje al sur de Francia . El libro es de bolsillo auténtico, de hecho yo lo he leído en el bus y bares, y pertenece a una editorial que ya recomendé, http://www.editorialminuscula.com. Tiene perlas como ésta que cierra el último capitulillo, titulado "La gente":
"Arenas imponentes, templos sagrados, museos repletos de pétreos recuerdos, tradición, lealtad. Lenta es, sin embargo, la mirada al futuro. ¡Qué alegre es la vida! ¡Pero qué ligera es la
alegría! [...] Aquí no se está dispuesto a derramar su sangre. Aquí encuentra uno la infancia, la propia y la europea. En ningún sitio se siente uno en casa con tanta facilidad. E incluso quien abandona el país, se lleva lo mejor que puede dar una patria: la añoranza."

P.D. Suenan The Pavement, Wowee Zowee!, un poco demasiado noisy para mí, pero entretenido.

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