La atracción del mal
Algo tiene el mal que no nos es indiferente, el Mal con mayúsculas, algo pérfido que hace que miremos una mala acción con un cierto morbo, con una cierta "complacencia". Una frase muy cruel dice que nadie es completamente infeliz ante la desgracia de un amigo. Sin llegar a ese extremo, hoy os quería hablar del último libro que he leído, Hasta el último momento, las memorias de la secretaria de Hitler, Trauld Junge, esa apacible señora que encabeza esta entrada. Llegué a este libro por dos vías, la película El hundimiento, que se supone que pone en imágenes esa narración, y un documental que presentó en Tarragona mi amigo José Ramón Díez Espinosa, titulado La secretaria de Hitler, donde la antedicha señora explica más o menos lo mismo que en las memorias pero en un formato más árido.
De la peli El hundimiento no quiero hablar ahora, aunque entiendo las reservas que ponía Díez Espinosa cuando le pregunté en su excelente presentación. La verdad es que históricamente hablando no es que sea lo mejor que se puede ver, es una recreación bastante pálida e incluso algo exhibicionista (no sé si llega a ser autocomplaciente), aunque hay que reconocer que Bruno Ganz borda su difícil papel de un Hitler "humano".
Me interesan las memorias de Trauld Junge, qué cuenta alguien que estuvo más de dos años al lado del "monstruo" y la verdad es que es llamativo. Parece que nadie sabía nada de lo que ocurría, que el aura de Hitler todo lo absorbía a su alrededor, que el mal se disolvía y sólo se veía algún rasgo de megalomanía y poco más.
No me resisto a copiar unas palabras que dice una invitada a una cena con Hitler: "Mi Führer, hace poco vi en Amsterdam un tren de judíos deportados. Es terrible el aspecto que tiene esa pobre gente, seguro que los tratan muy mal. ¿Lo sabe usted?, ¿lo permite usted?" [hasta aquí la cita]. Junge añade: "Se produjo un silencio penoso. Hitler se levantó, se despidió y se retiró". Eso es casi lo único que se dice sobre los judíos en dos años en presencia de Hitler.
No es de extrañar que Junge sufriera luego depresiones severas, que intentara olvidar que sintió hacia Hitler un cariño casi paternal, que ella estaba allí al lado del monstruo, del Mal, y el afecto está vedado en esos casos.
Lo que más asusta a veces de un monstruo es que se parezca en algo a nosotros, necesitamos distancia, barreras, diferencia.
P.S. Raudo y veloz, música para este post: vosotros mismos, Marlene Dietrich, Ute Lemper, Lotte Lenya...
Etiquetas: cine, literatura, nazismo