Breve teoría de los últimos pisos
Hace una noche bochornosa, de esas con las que nos castigan las noches veraniegas en la costa mediterránea y, tras un buen paseo de más de una hora por la Part Alta de Tarragona y su correspondiente sudada, he decidido meterme en el ciber a refrescarme antes de darme la tercera ducha del día.
He estado haciendo una de esas cosas insignificantes que a uno le gusta hacer de vez en cuando, ejercer de flâneur, ese paseante en la multitud que se inventó Poe en uno de sus cuentos más enigmáticos y que luego comentó Baudelaire y más tarde Walter Benjamin, concepto éste del que alguna vez he hablado por aquí.
Pues eso, paseando mientras miras casas ajenas y te imaginas cómo se vive allí, si podría ser uno feliz en ese lugar, qué se verá a diario desde sus ventanas. Creo que ya he dicho que una de las escenas más entrañables y que más cercanía me produjo en la excelente peli que es Querido diario, de Nanni Moretti, es cuando van a ver casas de Roma con la excusa de buscar exteriores para una película de un pastelero trostkista. Me pareció genial.
En general, hac años que tengo observado que los pisos altos emanan más alegría, son los que tienen la luz encendida más tarde, los que rezuman simpatía y cariño por sus ventanas tibiamente iluminadas. Ya cuando consigo entrever las estanterías de libros y noto que allí hay alguien leyendo, mirando al horizonte, el mar, la montaña, los tejados de las casas, las terrazas y terrados, entonces ya la sana envidia me desborda. Sé que son pisos más fríos en invierno y calurosos en verano, pero no me importa.
Y si además veo vigas de madera sustentando el techo, y éste tiene forma de bovedillas... Precioso.
P.S. Al llegar a casa sonará algo de jazz, probablemente Hank Mobley, que compré hace poco en BCN, en esa estupenda y selecta, aunque barata, tienda que es Jazz Messengers, en Rambla Catalunya.
Que duerman ustedes bien.
Etiquetas: flâneur, pisos altos, vida cotidiana.
3 Comments:
Mise en abyme: nosotros envidiamos esas casas que entrevemos, y alguien envidiaría, si las viera, nuestras casas con libros, de cuyas ventanas suele salir una ligera música de jazz... Muy bueno el post
Con esa foto que pones, yo también me apunto a vivir en un piso alto... Aunque no me quejo del mío, que es luminoso y cálido.
Pues eso, casas con libros, que ya de por sí son ventanas, y ventanas altas.
Gracias Alfonso y Pilar.
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