Uno de los libros más deliciosos (y eso que no me gusta utilizar términos culinarios para definir arte) que he leído últimamente ha sido uno de André Comte-Sponville, Impromptus. Entre la pasión y la reflexión, editado por Paidós, como todo lo suyo. Comte-Sponville es uno de esos filósofos que le salen a Francia que escriben con una soltura extraordinaria, con gran calidad literaria, y que vienen a ser más bien unos sociólogos de la vida cotidiana mirada con una lente de aumento. A mí me recuerda a alguna de las cosas que escribía antes Savater, antes de que todo se empozoñara demasiado.
Bien, pues ese libro de Comte-Sponville es una colección de artículos de muy diversa procedencia y temática, pero hoy quiero resaltar uno titulado "La correspondencia". Os diría que lo buscarais, pues es precioso. En él se reflexiona sobre ese hábito ya en decadencia que es escribir una carta a alguien, con la caligrafía habitual de cada uno, y el hecho, uno de los más felices, de recibir una carta. Lamentablemente, la única correspondencia que suele recibir uno es de "La Caixa" en forma de recibos y hoy en día todo el mundo parece estar muy ocupado para escribir algo y mandárselo a alguien (lo que no impide que perdamos miles de horas en mirar power-points horribles en nuestro e-mail), y hay que reconocer que es una lástima.
Si algo me gusta del mundo de los blog-bitácoras es lo que tienen de escritura, de diario en voz alta (no mucho, que total nos leen cuatro amigos...). Dice Comte-Sponville que se escribe una carta porque no puede ni hablar ni callar, y que de esa doble imposibilidad nace la carta, que supera y de la que se nutre, entre comunicación y soledad. Luego está además esa idea de la descompensación de los dos tiempos, el del que escribe y del que te lee. Y es que, cito: "Nuestras cartas se nos parecen, por poco que lo queramos. Frágiles como nosotros. Irrisorias como nosotros (...). Un poco de nuestra alma se desliza allí, en la delgadez de un sobre. Algo de nuestra vida en la locura del mundo. Algo de nuestro amor en el desierto de las ciudades".
Acabemos como los antiguos: VALE
P.S. Aunque suena el gran Richard Hawley, que no me canso nunca, dos canciones que hablan de cartas, "A veces escribo cartas" de El último de la fila, y "La carta", de Esclarecidos.
Etiquetas: Comte-Sponville, Correspondencia
2 Comments:
Excelente post. Excelente blog. Roberto.
Gracias Roberto Zucco (¿eso es Koltés, no?) por la visita y el entusiasmo.
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