La luz en la ciudad
Ya hemos hablado aquí alguna vez de la ciudad, de sus bellezas y también de sus miserias, y un día comentamos algo sobre la niebla disolviendo el perfil de los objetos (frase que luego corregí, por cierto, porque era de Julio Ramón Ribeyro, no de Gómez de la Serna). Me diréis, con toda razón, que la verdadera luz es la natural, la que se ve en un atardecer o amanecer, con esos cielos rojos con que nos obsequia el Mediterráneo o también un día de cierzo en Zaragoza. Un cielo así es una auténtica maravilla. Pero no quiero olvidar la luz nocturna, mortecina, de una farola reflejada en un río, por ejemplo, como la que he puesto en esta magnífica foto de Brassaï, los claroscuros, los reflejos de los edificios sobre otros. Cuando se visita ese estupendo edificio que es el CCCB en Barcelona, llama poderosísimamente la atención la visión de los edificios del Paralelo, las chimeneas de FECSA, allí, en las cristaleras del CCCB.