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miércoles, septiembre 09, 2009




De exposición

El otro día en Barcelona hice algo que me parece que no había hecho nunca. Ya había visto dos pelis en dos cines diferentes en el mismo día, que es una experiencia curiosa (siempre leo varios libros a la vez, así que eso no me llama la atención. Eso sí, que sean bien diferentes), pero no había visto tres exposiciones grandes en el mismo día, de las monográficas, así que retomando mi actividad de cronista cultural alternativo y muy personal, vayamos por partes, que dijo Jack The Ripper (el chiste es de Miguel Ángel Aguilar y a mí me hace gracia).




La primera que me zampé está por pocos días, creo que hasta el 27 de septiembre, en ese marco incomparable que dice el tópico que es el MNAC, en la montaña de Monjuic. Se titula "Això és la guerra" y es una amplia muestra de la fotografía de Robert Capa, uno de los fotógrafos de guerra más conocido y de su mucho más desconocida pareja, Gerda Taro, fallecida en un accidente durante nuestra guerra incivil. Las imágenes de ambos tienen ese hálito de fotografía de urgencia, de captación del instante irrepetible, con un cierto tono épico que después ha sido tan imitado. Pese al tamaño (no eran ampliaciones, así que el tamaño es el que salía), una expo muy interesante.


De allí, previa comida en restaurante del Raval (ya creo que he escrito alguna vez que siempre que voy sin prisas a BCN intento comer en un sitio nuevo), me dirigí al CCCB a ver estas dos exposiciones de las que os pongo los carteles anunciadores, "El segle del jazz" y "Quinquis dels 80".


La primera es una exposición concebida en Francia, creo que en Lyon, y ofrece un gran repaso a la historia del jazz y algunas de sus huellas en diversas artes, pintura, cine, fotografía. Amplia, pretendidamente confusa como una jam session en la que los músicos van entrando y saliendo a voluntad (hay un momento, en el que cada uno de los pequeños altavoces reproduce jazz de una década y estilos diferentes, en que parece una suave pesadilla sonora), es una gozada ver todos sus carteles, discos históricos (ése lo tengo, éste no..., como las estampas), imágenes bellísimas y curiosas de conciertos, fragmentos de películas. Si te gusta el jazz, no te la pierdas.


Y por último, un descenso a los infiernos, un viaje a la adolescencia dura y sin concesiones, de barrio de seat 124 y pantalones de campana con alguna navaja en el bolsillo. Las pelis de quinquis, ese fenómeno sociológico de comienzos de la democracia, sus repercusiones, sus hijos del arroyo... Yo vivía entonces en uno de esos barrios de emigrantes, el barrio Oliver de Zaragoza, de chabolas y de zonas por las que no pasabas si no ibas en grupo numeroso formado por gentes de catadura similar a la que te encontrabas pululando por la calle. De hecho, una de las calles por las que podía pasar para ir al cole tenía el bonito nombre de "Regiones desvastadas". Y la expo lo recrea y explica a la perfección: los cines con las paredes de terciopelo rojo, con sus butacas con churretones sospechosos; las músicas de los Chichos, los Amaya, las Baccara...; las máquinas de millón y de marcianos (se podía jugar y todo), ese protomitología del yonqui, del que se metía de todo, del niño de 9 años que conduce por su barrio el 124; esa forma de retratar la barriada, de la que pocos salían (la lista de muertos de los que protagonizaron "El torete", "El vaquilla", "Perros callejeros"..., es impresionante. En algunos casos había mitificación del delincuente, que hacía todo lo prohibido, y por eso sonroja ver ciertas pelis pretendidamente "sociales" que se esponen. Si tenías 14 años entonces, creo que te gustará verla.


Hala pues, por hoy ya vale.

P.S. Ni Chichos ni nada, antes de empezar a oír a Kraftwerk, la música de la movida y demás, en la radio sonaba por ejemplo La Orquesta Mondragón, que tenía, alucina, a Luis Alberto de Cuenca como letrista en "Lobo feroz".

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miércoles, diciembre 10, 2008








La construcción del futuro








Siempre me ha gustado el arte de vanguardia, las primeras, las que se llaman históricas, desde pequeño. Me imagino que me atraía eso que tienen de juego, de romper los esquemas previos, de subvertir. En pintura no tanto, pero en fotografía y en diseño me siguen pareciendo una maravilla. Digo todo esto porque en ese "marco incomparable" que dice el tópico que es La Pedrera del Paseo de Gracia barcelonés puede disfrutar de una amplísima retrospectiva de Aleksandr Ródchenko, uno de los vanguardistas soviéticos más influyentes.



Como he dicho, me gustan especialmente dos aspectos de su biografía artística, la fotografía y sus diseños publicitarios. Leía hace un par de semanas un comentario sobre esta exposición y sobre el arte soviético de los años felices que señalaba una idea con la que estoy completamente de acuerdo, y es que era un arte joven, ingenuo, que empezaba de cero todo, que creía que, como sus incipiente revolución, era capaz de todo.


Viendo sus carteles de propaganda y de publicidad, sus espectaculares fotomontajes (que luego influirán en John Heartfield o en Josep Renau), sus fotografías con contrapicados y angulaciones inverosímiles, su pintura absolutamente abstracta, viendo todo eso, da infinita pena que muchos de esos autores acabaran en gulags, campos de concentración, emigración alimenticia a los EE.UU. (y en muchos casos su arrepentimiento por sus osados años revolucionarios), muertos en las guerras, orillados... Parecía que todo era posible y no.


P.S. Me viene a la cabeza un disco que me compré en cinta hace más de 20 años y que un compañero de instituto me perdió y que tiene ese mismo aire naïf que estas vanguardias, el seminal Alas sobre el mundo de El aviador Dro. Curiosamente, trabajo con el hermano de uno de los fundadores de este mítico grupo y que se fue porque eran muy comerciales para fundar a los industriales y ruidistas Esplendor Geométrico. Cosas veredes...

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martes, mayo 06, 2008


Bares, qué lugares...


Tan gratos para conversar, sigue la conocida canción de Gabinete Caligari, y de eso os voy a hablar, de bares y de Madrid.

El sábado quedé con mi amigo pucelano José Ramón Díes Espinosa en Madrid, como esas parejas de amantes que quedan a mitad de camino. En este caso sólo era (y ese "sólo era" es mucho, es amistad, complicidad...) para ver alguna expo y compartir un rato entre barra y barra.


Ya he dicho por aquí que me gusta mucho cómo tiran la cerveza en Madrid, y de todos los bares que conozco, en el que mejor lo hacen es en éste de estas dos primeras fotos, la Taberna la Dolores, en la calle Jesús, casi enfrente de la iglesia de Jesús de Medinacelli, que más de una semana santa me ha perseguido con sus procesiones. Allí, sin darnos cuenta, al abrigo de la conversación, entre tapas de salmón, ventresca, queso con anchoas y demás, cayeron unas cuantas cañas de esas que dejan en el vaso la marca de los tragos. Al acabar la tarde, volvimos para despedirnos del bar.


Después de una cañita en la Cervecería Santa Ana, también bien tirada, probamos las gambas al ajillo de El Abuelo, muy ricas. Yo tenía el antojo de las patatas bravas (prometo post sobre el particular) y fuimos al callejón de Gato (Don Álvarez Gato) a mirarnos en los espejos valle-inclanianos, pero estaba cerrado, aunque al girar la esquina hay otro de la misma casa, Las bravas, con su salsa patentada. Me encanta esa salsa roja con sus patatones recién hechos, al igual que los calamares, aunque éstos estaban recalentados en freidora, pese a lo cual seguían tiernos y jugosos.


Ya casi ahítos, todavía con un hueco en el estómago, propuse otro de mis clásicos de Madrid, el Casa Labra, mítico local donde se fundó la UGT y al lado de Preciados. Allí, siempre a piñón fijo, pedí mis dos clásicos, las croquetas de bacalao (melosas, con su punto de nuez moscada), y las tajadas de idem (por cierto, cada vez más pequeñas). Tuvimos que hacer fila (la gente se llevaba cucuruchos de croquetas y tajadas a casa), pero mereció la pena. Os pongo una foto para que os entre todavía más hambre.


De allí fuimos a tomar el café a otro clásico, la Mallorquina de la Puerta del Sol. Yo no me pude resistir a esa napolitanas que, a lo magdalena de Proust, me recuerdan tantas visitas a Madrid. Eso, y un buen vaso de agua del grifo (allí me sabe muy buena y fresca el agua).

Ah, también vimos expos, la de Modigliani en el Thyssen (me gustó más la parte gratuita que hay en la Sala de las Alhajas, en la plazuela de San Martín) y la de Alphonse Mucha en el flamante Caixaforum, edificio que me gusto y me pareció otro buen referente museístico para Madrid, abierto todos los días de 10 a 10 y con la librería gestionada por laie (http://www.laie.es/), una de mis favoritas de BCN.

P.S. Nos dio tiempo también a ir a Fnac, y allí compré, además de tres libros de fotos (dos me los regaló mi amigo, ya os los recomendaré), un par de cds de jazz, uno éste, Here 'tis, de Lou Donaldson que me parece estupendo. A disfrutar.









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martes, abril 22, 2008





El instante decisivo














No os preocupéis, no voy a hablar aquí de esa sección que había en una revista (tal vez Diez minutos, no sé) que se titulaba "¿Qué hubiera sido de mi vida si...?), no, quiero hablar de nuevo de Henri Cartier-Bresson, cuya exposición de la que hablé en el blog en enero de 2007 (no me sale el enlace, así que lo buscáis), lleva un par de meses en tierras tarraconenses. Creo que dije entonces que en la dicotomía entre fotografía "natural" y fotografía "de estudio" me inclinaba por la primera, cuyo más egregio representante es Cartier-Bresson. Precisamente de él viene ese concepto, ese "instante decisivo" que marca la obra de arte, esa "mirada de artista", concepto romántico, que hace que la realidad que vemos todos los días aparezca de nuevo trastornada, cambiada, al ser mirada por el artista, que está justo en ese momento componiendo su lienzo, su cuadro.



Os recomiendo que, si tenéis tiempo, os dediquéis a buscar alguna de sus bellas imágenes, como ésta de aquí al lado donde unos niños sevillanos desarrapados en 1932 no tienen nada, excepto su alegría, o la del comienzo, un prodigio de mirada única, o ésta otra en la que el Berlín en el que empieza a levantarse el muro que simboliza la guerra fría no consigue acabar con la curiosidad o con los deseos de libertad de tres aguerridos berlineses. Con razón se le ha llamado "El ojo del siglo". Además de sus fotos, me permito también recomendaos un libro de ensayos editado por Gustavo Gili titulado Fotografiar del natural, del mismo Cartier-Bresson.

P.S. Canciones sobre fotografía hay muchas, desde Japan y su disco Gentlemen take polaroids a Depeche Mode, pero lo cierto es que algunas de las primeras fotos más costumbristas de Cartier-Bresson, como ésta, me recuerdan a las maravillosas canciones de Charles Trenet y a una película llena de poesía y que no consigo encontrar que se titulaba Totó el héroe.
Salud.
P.S.S. Después de muchos intentos, hoy Youtube me deja subir el vídeo de Edwyn Collins que intenté subir hace unos días, así que aunque no tenga mucho que ver con la entrada (está en blanco y negro y es una bella canción, eso sí), ahí lo tenéis.

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domingo, enero 27, 2008





La conversación de la estatua








Dice la leyenda que cuando Miguel Ángel acabó de esculpir su David sólo echó de menos que esa perfecta muesta del arte e ingenio humano hablase, por lo que le dijo "¡Habla!" al tiempo que le propinaba un golpe que todavía hoy enseñan los guías.




La escultura no ha sido uno de las bellas artes que más he visitado, sobre todo porque a diferencia de otras disciplinas artísticas como la fotografía o la cierta pinturaque me interesa, la escultura ha ido haciéndose cada vez más ensimismada, cada vez más conceptual, hasta tal punto que una boñiga de vaca pinchada en un palo y con un título del estilo "La felicidad del universo: 15" ya es una escultura. Por eso me alegro y a la vez me entristezco de esta noticia aparecida el jueves en la prensa: http://www.elpais.com/articulo/cultura/fulgor/postumo/Juan/Munoz/elpepicul/20070315elpepicul_3/Tes

una exposición dedicada en la Modern Tate al magnífico escultor Juan Muñoz. Y digo que me alegro porque es otro espaldarazo más para este gran creador fallecido en 2001 cuando contaba sólo 48 años y ya era todo un referente internacional. Y digo que me entristezco porque se vuelve a cumplir el tópico de "Nadie es profeta en su tierra". La expo de la Tate se podrá ver en España, pero que yo sepa no hay ninguna expo permanente, y, lo que es peor, no se pueden ver esas desasosegantes estatuas por la calle, en los espacios públicos, que es donde desgranan buena parte de su contenido.



Voy a contaros algo. Hace ahora cuatro años hice mi primer viaje en solitario al extranjero, a Oporto concretamente, y allí me encontré cara a cara con esas enigmáticas esculturas de Juan Muñoz en una de las plazas más céntricas. Como llevaba un diario de viaje, copio algo de lo que escribí al respecto:






"Ayer lo vi al pasear con el bus, pero hoy, deambulando, me detengo. En un parque, Jardim da Concordia, unos conjuntos escultóricos de Juan Muñoz, divertidos, grotescos, expresionistas. Son conjuntos de tres hombres sentados en unas gradas riéndose a todo trapo, con unas facciones que recuerdan a Grosz, descoyuntadas. Hay uno al revés, revolcándose. Reflexiono y sé que probablemente en España Juan Muñoz no tenga ni una escultura en un jardín público. Me juego un huevo y no lo pierdo. En fin. Europa. Europa"






El tono es algo informal, pero la reflexión la mantengo. Que haya que morirse alguien para que, después de pasar por el museo más cool de Gran Bretaña en varias ocasiones, le dediquen una expo... País.



P.S. Suena Damian Rice, su cd 9, que me compré ayer, íntimo y bello por momentos. Buenas noches y a seguir bien.






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jueves, marzo 08, 2007



La búsqueda de la belleza





Hay una frase que siempre utiliza el ínclito Ramón Trecet para cerrar su programa "Diálogos 3" en Radio 3 (programa que me gustaba mucho hace tiempo, aunque a él lo prefiero como comentarista de la NBA, la música New Age o World Music me cansa) que siempre me ha llamado la atención: "Buscad la belleza, es la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo". En la red la atribuyen a Milosz, Ginsberg... (si alguien la localiza de forma fiable que lo diga), el caso es que me parece muy pertinente con la que está cayendo en España, y lo que arreciará.
No voy a hablar de la penosa situación en España, sino que quiero reflexionar de forma rauda, como exige el formato, sobre la contemplación de la belleza. Ver cosas bellas, y no es un rasgo de idealismo, eleva la moral y serena el ánimo, euforiza, en el sentido literal de la palabra, la obra bien hecha no cansa y gusta de ser contemplada una y otra vez, no pierde su aura, que decía Benjamin, ya citado aquí en varias ocasiones.
Todo esto viene a colación porque se acaba de inaugurar en Tarragona una exposición del fotógrafo Man Ray, un personaje fundamental en las vanguardias (recomiendo la lectura de El París de Man Ray) y que viene a ser como el reverso de las fotografías de Cartier-Bresson. Lo que en éste es improvisación, captura del instante poético y evanescente, en Man Ray es trabajo, experimentación, prueba, horas de laboratorio, poses... Pero también sus imágenes, como la que os pongo, Le violon d'Ingres, mil veces reproducida, tienen un fuerte hálito poético, transmiten algo del subyugador misterio de las cosas bellas, eso que tienen de inefables, de inaprensibles, pero que emociona.
P.D. De nuevo en el ciber, oigo conversaciones bastante tontas, pero hoy os recomiendo el cd de jazz de El país, la increíble Ella Fitzgerald.

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