Etiquetas: Jan Morris, literatura de viajes, vida rara
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miércoles, junio 18, 2008
Del amor y sus demonios
A veces, pocas, una noticia te sorprende y te reconcilia con la humanidad, como me pasó el otro finde leyendo en El país lo que voy a contar inmediatamente, en el segundo párrafo. Hace años que compré en algún saldo un libro que tenía buena pinta, Venecia, de Jan Morris. Como no suelo comprar los libros por la biografía de los escritores ni leo la contraportada más que para ver de qué tema trata el libro mínimamente, no me paré a ver que esa señora un tanto andrógina de la foto había sido antes un teniente, masculino, del ejército británico que incluso hizo expediciones al Himalaya.
Pero lo bueno del caso viene ahora. Jan Morris se ha vuelto a casar, 58 años después de que lo hiciera por primera vez, con la misma mujer con la que lo hizo la primera vez, Elizabeth Tuckniss y con la que tiene cinco hijos, engendrados cuando Jan era James. Se ve que cuando en 1972 consumó su cambio de sexo, la legislación británica les obligó a divorciarse y ahora, Jan, ha decidido hacer una boda civil en la oficina del ayuntamiento. Según Elizabeth, "Jan estaba empeñada en que se reconociera nuestra unión antes de morirnos". Copio las palabras textuales de Jan: "Era un matrimonio que no tenía derecho a funcionar, y sin embargo funcionó como un sueño, dando testimonio, una se atrevería a decir, del poder de la mente sobre la materia -o del amor, en su sentido más puro sobre cualquier otra cosa-".
Cierro comillas y dejo que penséis en esta historia. Por cierto, Venecia se ha vuelto a editar en bolsillo, en la nueva y estupenda colección de libros de viaje de RBA bolsillo. Yo contribuiría comprándolo a esta historia de amor más allá del tiempo y del género.
P.S. Hoy la canción que me viene a la mente es una de Ute Lemper en Berlin Cabaret Songs, una que se titula "Maskulinum-Femininum".
Salud.
miércoles, junio 11, 2008
Fuera, gelatina vil
Reconozco que esta frase de El Rey Lear de Shakespeare siempre me impactó desde que la leí en los pleistozónicos tiempos de 3º de BUP. Y ahora viene al pelo después de haber visto ayer Antes que el diablo sepa que has muerto, la última peli de Sidney Lumet, el director de Doce hombres sin piedad y otras grandes pelis.
La peli es magnífica, lo más moderno y a la vez clásico que se puede ver en la cartelera. Con una estructura en constantes flashbacks, repitiendo los hechos desde diferentes puntos de vista y encuadres y con una temática claramente shakespeariana de la que no os voy a decir nada, sólo que el director se sitúa por encima de los personajes y los zarandea. La fotografía, entre saturada y tenebrosa (un crítico decía que es como si se hubiera filmado un día de resaca, con las gafas de sol puestas) coadyuva mucho al efecto final.
Pero lo mejor de todo, siendo todo estupendo (un "pero" pongo, el último plano de la peli, que no entendí) son los actores y su dirección. De Philip Seymour Hoffman poco hay que añadir, creo que es de los mejores actores de su generación y lo demuestra en cada peli, que sólo por su presencia merecen la pena ser vistas, desde Happiness hasta La familia Savage, pasando por la oscarizada Capote, de la que ya hablé aquí. Pero además el resto del reparto también lo borda, Ethan Hawke, la siempre atractiva Marisa Tomei, ese pedazo de actor que es Albert Finney...
El guión te lleva y te trae como un mecanismo de relojería a punto de estallar. Y Sidney Lumet tiene nada menos que 83 años, manteniendo un pulso portentoso. Yo que tú iría a verla antes de que la quiten.
P.S. A la peli le cuadra perfectamente uno de los discos que me compré ayer, Can our love..., de los siempre tenebrosos Tindersticks y la voz profundísima de Stuart Staples. Ya sé que son lo mismo de siempre, esas baladas tristes que parece que te llora el cd al oído, pero me gusta. A ver si os pongo algún vídeo.
Salud.
Etiquetas: antes que el diablo sepa que has muerto, cine, Philip Seymour Hoffman, Tinderticks
sábado, junio 07, 2008
Elogio de la antiguas estaciones de tren
Aquí ya he hablado de mi gusto por viajar en tren y cómo, el traqueteo del tren, está en mis venas desde pequeño. Con un mes de vida, en diciembre, mi madre ya me llevó al pueblo en uno de esos trenes que tardaban casi cuatro horas en hacer el recorrido hasta Monreal del Campo, con esos inviernos de verdad que congelaban hasta el pensamiento.
Pero el ritual del tren, su magia, sería menor sin las estaciones. Así como las estaciones de bus siempre son antipáticas, con sus autobuses atufando, sus manchas de aceite, las de tren, sobre todo en las que el tren la atraviesa de un sentido a otro, tienen algo especial. En España hay muchas que me gustan, aunque sean de parada y marcha atrás como la de Valencia, la de Francia de Barcelona que abre este post, la de Atocha. Son auténticas catedrales de la industrialización, con su arquitectura de hierro y aire. Incluso las modestas de ladrillo hechas en los pueblos de España a finales del siglo XIX o comienzos del siglo XX tienen su encanto indefinible.
Sería una pena que se perdieran, ahora que parece que todo tiene que ser AVE y poco más. Me he pasado yo muchas horas en este descampado mirando las estrellas fugaces de agosto (alguna vez incluso con presencia de la Guardia Civil), despidiéndome o simplemente paseando. Tienen algo de evocador de otro tiempo, de otro ritmo, como de foto antigua, del abuelo que te venía a buscar con un carretillo chirriante para llevarte las maletas y los bultos (¡qué bonito que esos baúles grandes se llamaran "mundo"!). Espero que la recuperación y transformación de antiguas vias ferroviarias en Vías Verdes para el cicloturismo permitan que sigan en pie por muchos años.
P.S. La música la subí ayer, el "Trans-Europe express" de Kraftwerk, pero dejadme añadir esta foto antigua de una de las estaciones europeas más emblemáticas, la Friedrich-Strasse de Berlín, la estación de las lágrimas, como se la conocía en los años oprobiosos del muro, donde las familias del Este y del Oeste de Berlín se despedían. Visita obligada en Berlín, aunque ya no se parezca a la foto.
Salud.
Etiquetas: estaciones, Kraftwerk, trenes
viernes, junio 06, 2008
miércoles, junio 04, 2008
domingo, junio 01, 2008
1.- En días como hoy, de exaltación patriótica (yo, que, como decía la canción de Brassens, "en la fiesta nacional, yo me quedo en la cama igual"), en que toda Zaragoza está tomada por la policía y el ejército, lo mejor, además de esperar a que llueva para deslucir "el acto" es ir a ver exposiciones. Vengo de ver, en un magnífico espacio, el Centro de Historia de Zaragoza, un antiguo convento, el de San Agustín, que tuvo gran importancia durante la Guerra de la Independencia y que era uno de esos rincones casi secretos, entre palacios renacentistas en ruinas e inmundicia, de Zaragoza. Allí he visto Historia de la fotografía en España (1900-2005), una interesantísima exposición, exhaustiva y completa, de lo que somos y de dónde venimos. Como ya he hablado aquí muchas veces de fotografía, no me quiero repetir, pero volver a ver las fotos de Joan Colom con su captación del que antes se llamaba Barrio Chino, de Agustí Centelles, de Gervasio Sánchez (¡cómo logra emocionar!) es una auténtica delicia. Os subo un vídeo de You tube con un buen resumen.
2.- Por otra parte, el viernes en mi programa favorito, "Callejeros" vi un excelente reportaje sobre los curanderos, videntes y demás sacamantecas titulado "Fe ciega". Se notaba que el reportero, como tiene que ser, no creía en esas supercherías, y se veía claramente qué tipo de pobre gente sí y cómo se aprovechaban algunos. Ningún problema en dedicarse a sacar a esos timadores a la luz pública. Lástima, lástima, que la propia cadena que se ríe de los que ven a la virgen en un olivo tenga en nómina a un tipo como Iker Jiménez que, en horario estelar analiza sesudamente (????) los fenómenos para-anormales (lo he puesto así a mala leche), lástima que ese mismo grupo tenga, en la cadena Ser, copadas las noches de viernes y sábado con ese mismo programa en formato radio. Y que ese programa desplazara a las 3 de la mañana al buen programa de cine que es "El cine de lo que yo te diga". Y es que entre el séptimo arte y alguien que ve ovnis por todos sitios, espíritus escondidos en lonchas de jamón o cosas así, no hay color.
¡Qué país, Miquelarena!
P.S. ¿Música para este post? Pues démosle un cambio a lo previsible y pongamos, por ejemplo, a los Ramones, bastante antimilitaristas ellos y poco dados a supercherías. Por ejemplo, este recopilatorio que tengo.
Gabba, gabba, hey!!
Salud.
Etiquetas: callejeros, fotografía, punk