Retorno al campo
Sin entrar en honduras sociológicas, varios hechos han coincidido esta semana para que se me ocurra hablar del retorno a la vida rural, o al menos de una cierta mirada idealizada en muchos casos de la vida campestre. No es el caso de Los santos inocentes, peli de Mario Camus que volvió a emitir la 2 hace dos semanas. Aun con todo, con su dureza y sus excelentes interpretaciones, algo hay de mirada complaciente en la vida de esos santos inocentes que soportan con resignación lo que los señoritos les quieren dar. La peli la he visto bastantes veces, e incluso con una alumna de bachillerato desmenuzamos todos los planos y es absolutamente recomendable.
El viernes, en BCN, en los Renoir, mientra huía de la canícula, que parecía ciertamente un perro raudo, fui a ver La suerte de Emma,
una peli alemana en la que la protagonista, Emma, vive en una granja de cerdos alejada de toda civilización y convencionalismos. Allí llega, por el azar de un accidente, Max, un ordenado y germánico vendedor de coches, y a partir de ahí la vida de los dos cambia. La peli es agridulce, dura por momentos, incluso te provoca la lágrima en ocasiones, pero me gustó.

Y por último, un libro que he leído hace un par de días, Gente de las pusztas, del húngaro Gyula Illyés, una especie de biografía de la vida rural en esos territorios del oeste del Danubio en los que se vivía a comienzos del siglo XX una vida cuasi feudal. La obra se lee muy bien, como un documental en el que todos nos vemos en mayor o menor medida retratado, donde una Arcadia perdida, con todo lo que tiene de construcción mental idealizada, se nos presenta con sus aristas y con el aroma de la ropa encontrada en los baúles viejos, protegida por el alcanfor. Una buena recomendación.

P. S. Desde el ciber (me van a poner estatua, como a Altenberg en el Café Central de Viena), me viene a la cabeza algo de folk centroeuropeol Besh-o-Drom o Bobam Markovic o Fanfare Ciocarlia.