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domingo, diciembre 16, 2007




El placer de la lectura








La prensa lleva unos días bombardeándonos con los resultados de una encuesta sobre la dificultad de comprensión lectora de los niños y adolescentes, y sobre el escaso hábito que éstos tienen a ponerse como estos de aquí al lado, obligados, me imagino.

Qué hacer para que alguien en formación lea es complicado, y echar las culpas a diestro y siniestro, no. Evidentemente, leer requiere colaboración, participación, esfuerzo, gusto, muchos factores, entre los que no es el más insignificante el deseo de adquirir una personalidad formada, reposada, reflexiva, hoy que prevalece el resultado inmediato y no el proceso, el fin y no el medio.

Tampoco el socorrido recurso a las familias tiene toda la explicación: los padres de los niños y adolescentes que ahora no leen ya han tenido formación en muchos casos, a veces mucha más que los que nacimos de hijos de la posguerra. Recuerdo que en nuestra casa de alquiler los únicos libros que había eran los que daban las cajas por imposiciones a plazo. Era la época de los 14% de interés y cosas así, y entonces las cajas daban también libros: John LeCarré, Félix Rodríguez de la Fuente, éste con firma y todo después de una buena espera, Vargas Llosa... Y tebeos, que yo iba a cambiar muy a menudo a una tienda de chucherías llamada la Cuqui, sic, y que siempre me cabreaba porque ls que yo llevaba estaban impolutos y nuevos y los que podía conseguir no.

Poco a poco, en la escuela, me entró el hábito lector, gracias a una estratagema del maestro de 1º de EGB. El que acababa pronto el trabajo, tenía acceso a un armario cerrado con llave lleno de tebeos y de revistas ilustradas con historietas, y ése era el mejor premio para mí, una distinción. La atracción hacia esa puerta misteriosa que encerraba tantas historias desconocidas era para mí enorme. A lo mejor era por ser hijo único y tener que montarme un mundo en el que yo encajaba, no lo sé, pero hay estamos.

Luego vino Enid Blyton y los libros de "los cinco", y ahí el vicio ya se hizo necesidad, esperar a mi cumple o a Reyes para que me llegará otro libro más se hacía eterno...

Y hasta hoy. Y que siga.

P.S. En el ciber sólo oigo las conversaciones en varios idiomas, pero me viene a la cabeza un cd que he desechado varias veces, Jazz para leer. Ahora que hay música clásica para dar a luz, heavy metal para insultar a las viejecitas, new age para relajar la próstata, ¿por qué no jazz para leer? Es una buena opción.
Buena lectura.

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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Yo tampoco puedo recordar mi infancia sin la presencia de los libros: uno de los regalos que recuerdo con más cariño de mi más tierna infancia es una selección de cuentos de Charles Perrault que aún conservo, manoseado, roto por los lomos de tanto usarlo. Y más: una edición especial del "Cantar de Mio Cid" y otra de "El Quijote", con unos preciosos dibujos que literalmente devoré a los ocho años.
Y a mis cinco añitos me recuerdo a mí misma rodeada de compañeros de parvulitos que me pedían que les leyera cuentos en voz alta...
Por eso me da tanta pena que tantos chavales hoy en día no sientan la curiosidad por adentrarse en la aventura de leer.
Si el gusto por la lectura pudiera inocularse, yo capitanearía una campaña general de vacunación.
Buena lectura para ti también.
Poms.

9:44 p. m.  

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