Los placeres del anfitrión
Del mismo modo que me gusta ir a casa de amigos en las que me encuentro como en la mía, me encanta recibir amigos en casa y que se encuentren como en la suya. Esto viene a cuento porque este finde he recibido y estoy recibiendo la gratísima visita de mi amigo pucelano José Ramón Díez Espinosa. No quiero entrar en más honduras, pero tener amigos en casa que vienen de lejos a verte, halagarlos con la hospitalidad, cocinar, abrir botellas de vino que tenías guardadas para esas ocasiones, introducir el pequeño caos de alguien que se confunde de puerta y busca la cocina en el baño (y eso que tengo poco donde elegir...), todo eso, es una alegría inmensa.
Si a eso le sumamos un viaje placentero en tren (reconozco que me gustó mucho coger el AVE y ganar 2 horas a un viaje que he hecho centenares de veces, y es que lo peor de los viajes es la monotonía, que no sean de placer), la conversación, el alcohol y las tapas, el cosquilleo de los regalos mutuos y del cariño..., pues eso, un placer que sé compartido. Por eso pongo aquí a estos dos amigos degustando vino, y es que me identifico un poco con ese sensacional Paul Giamatti de Entre copas, de la que ya os hablé. Y con los que aman el chocolate y el hablar pausado, o con aquellos que hacen cosas buenas que nunca habían hecho antes, o con aquellos cuyas ganas de hablar son mayores que la velocidad del pensamiento embrumado de efluvios y humo.
P.S. ¿Música para este post? La del sábado al despertar, Henry Mancini y "Pink Panther".
Etiquetas: José Ramón Díez Espinosa, vida cotidiana
5 Comments:
Los amigos, siempre los amigos. Más fieles que nadie, siguen estando ahí a pesar de todo. Precisamente cuando más falta hacen. Un lujo del que es obligado ser conscientes.
Si Julio, se ponen la casa muy alegre, estimulante y eso es emoción impagable. Mercedes
Amistad,sí; hospitalidad, también: recibir y ser recibido, pero siempre en reciprocidad.
Para mí, y lo sabes, o al menos trato de que lo sepas, ha sido un placer estar contigo, compartir durante estos días momentos de alegría y de melancolía, sentimientos y preocupaciones, risas y lágrimas, tapeos y paseos, hablarte y oirte hablar, paladear la música y la amistad
¡Qué grande eres, Julio, tanto como Henry Mancini, inolvidable momento de mi vida!
Siempre ahí. Espero que por mucho, mucho tiempo.
Caramba, estoy abrumado por tantos comentarios. Muchas gracias a todos los amigos que se pasan por aquí a decir algo.
A ti, Joserra, no te digo más.
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