Fanáticos, forofos, tiffosis y demás
De nuevo el dios fútbol invade todo. Lo siento por todos aquellos a los que les encanta, sólo viven para ello y se alimentan de verlo. A mí me agota su hiper-presencia, no le veo la gracia a que un 40 o 50 % de los informativos se dediquen a las dudosas hazañas de estos nuevos dioses mediáticos. Y sobre todo, odio esa épica de la narración, ese recurrir a los términos de la guerra, del enemigo, de los cánticos de guerra, odio las celebraciones multitudinarias, aborregadas (aunque yo también haya ido alguna vez, pero me parecen pecados de adolescente, que como su nombre indica, adolecen de), donde se permite subir a lo "insubible", pisar, romper, gritar, interrumpir...
¿Qué sentido tiene ponerle un micrófono a un afónico y preguntarle qué siente cuando vence su equipo? Que es el día más grande de su vida (más que el primer beso, los hijos...), esa sucesión de tópicos.
Evidentemente, eso no impide que uno no pueda disfrutar de un partido, de una jugada, pero de ahí a lo que hablamos hay una buena distancia que no creo que haya que saltar.
Javier Marías, confeso futbolero, hacía un día una hipótesis con qué ocurriría si después de ver una interpretación única de Bach salieran todos los concurrentes al concierto, cortaran tráfico, se subieran a las estatuas, cogieran los coches y se pusieran a dar vueltas aireando los discos de Bach (bueno, eso lo añado yo) y pitando. ¿Qué pasaría? Pues eso.
Paciencia y barajar.
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