El infinito silencioso
Se me amontonan las cosas de las que quiero hablar, tengo exámenes, libros en inglés urgentes para leer, pero en un ratito escribo esto.
Yo casi nací en un tren, es decir, a los pocos días de nacer mi madre me envolvió en una manta gorda para coger el tren e ir al pueblo para que mis abuelos conocieran a su primer nieto. Yo tenía días, y os aseguro que coger un tren que fuera para Teruel y que llegaba al pueblo de mi madre cerca de las 10 de la noche de un mes de diciembre turolense necesitaba buenas mantas. Me imagino que, como recuerdo de otras veces, iría a buscarnos mi abuelo a la estación con un carretillo de hierro (con su negro chirrido) para traer el escaso equipaje de la capital, tal vez a mí colocado en medio.
Todo esto para decir que me encanta en tren, que me ha producido muchos momentos de felicidad, que siempre que puedo lo cojo (pese a Renfe, que hace lo posible para dificultarlo, pero ésa es otra historia), que siempre que veo un tren nocturno me subiría a él a donde fuera.
He viajado mucho en tren, y recuerdo algunos viajes preciosos: Lisboa, La Coruña, Oviedo, Madrid, Barcelona, Valencia, unas oposiciones a Cuenca en un regional desde Madrid, de esos en los que la gente sacaba la fiambrera y te ofrecía un chorizo inmemorial o una turgente tortilla de patata...
El tren tiene magia, no es como el avión, que, como se dice, llegas tú antes que tu alma y por eso el extrañamiento de las primeras horas en el destino. Con el tren, tu mirada acompaña al paisaje, va contigo, con tu libro. Por ejemplo, el viaje en tren por la costa mediterránea, al borde literal del mar, infinito como las vías sobre las que va subido.
Siempre me ha apetecido un viaje en coche cama, me parece un lujo asiático que alguna vez cumpliré, o esos que hacen todavía el recorrido del transiberiano o el transeuropeo...
P.D. Hoy podíamos poner de música dos cosas que hablan de trenes, el TransEuropeExpress de mis adorados Kraftwerk, donde se reproduce fielmente la travesía de un tren por Europa (con el tum-tum de los raíles, los frenazos y ese soniquete con un vocoder al final de la canción "Endless-Endless-Endless") o, para los más clásicos, otro pianista de jazz que ya he nombrado, Oscar Peterson y su Night train, uno de los primeros discos de jazz que me compré en la facultad.
¡Pasajeros, al tren!
Etiquetas: trenes
1 Comments:
Siempre se conoce algo más de las personas; hermosos orígenes motorizados. Veo que ya puedes responder a los posts, así que bienvenido de nuevo
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