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jueves, octubre 11, 2007



La envidia del músico






No se preocupe nadie, no hablaré de los defectos de los músicos, sino de la envidia que me dan en muchos casos. Uno lleva casi 30 años oyendo música de forma consciente, es decir, eligiendo emisoras de radio, comprando cassetes-elepés-cedés, teniendo cada día horas y horas las orejas ocupadas en la música, y sin embargo soy incapaz de interpretar o leer nada de música, y de ahí mi envidia, sana, si es que existe.

De joven siempre había alguien en los grupos o pandillas que tocaba la guitarra, o la armónica, y era, indefectiblemente, junto con el bailongo y el macarra, además del guaperas, el espíritu de la fiesta, el del éxito seguro. Tal vez nazca de ahí mi envidia, pero creo que sobre todo viene de la felicidad que emana un músico cuando está interpretando sobre un escenario. Se le ve feliz, exhausto pero sonriente. Hablo sobre todo de los músicos que son cercanos, que los ves a tu lado en el escenario, que no se toman el concierto como un trámite sino como un disfrute personal del que está haciendo aquello que más le gusta, y lo está haciendo bien.

Cuando además hay varios músicos en la escena y ves cómo se intercambian guiños, sonrisas, burlas, etcétera, yo como espectador me lo paso en grande.

He puesto una foto arriba del pianista dominicano Michel Camilo, que en ese documental fantástico del jazz latino que dirigió Fernando Trueba, Calle 54, demuestra claramente lo que acabo de decir. La felicidad que emana de las teclas del piano de Camilo, su complicidad con sus músicos, el disfrute del lucimiento de los demás (hay que reconocer que en el jazz es donde mejor se integran esos solos improvisados que sorprenden al resto de los músicos, que les pican, que les hacen ir más allá) se transmite directamente, sin palabras, al espectador, y es una gozada participar de esa ceremonia.

O en un concierto de pop donde tienes acceso a claves privadas, donde conoces las canciones y algo de su proceso, como aquí con Sergio Algora de La Costa Brava cantando "Adoro las pijas de mi ciudad" y Fran, como dice la canción, "te lo cambio por amor, el dinero que tu padre te dejó".
Así que eso, envidia sana.
P.S. Como hoy hace un día lluvioso y taciturno en Cambrils, la música contraria, el acid-funk-jazz rabioso de ese grupo vitamínico que es James Taylor Quartet, su Wait a minute, que creo que fue el primer cd de ellos que compré.

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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

aisss... es como para decirle:

sólooo me quieres por mi dineroooo!!

2:20 p. m.  

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