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jueves, abril 17, 2008




Agua de beber






Éste es el título de una famosísima canción de Antonio Carlos Jobim y Vinícius de Moraes que me viene pintiparada (vaya palabro repipi) para estos días de polémica sobre el agua (y lo que te rondaré...).



Que soy un enamorado del Ebro no lo tengo que demostrar, ya lo he dicho más de una vez por aquí. Mi relación con el río es curiosa. Durante 16 años, viví en Zaragoza en un barrio muy alejado de los puentes del río, por lo que la única noticia que tenía del río era cuando "era noticia". Recuerdo, aunque era un niño cuando ocurrió, la caída de un autobús al pozo de San Lázaro, al lado del Puente de Piedra, y las leyendas urbanas que se empezaron a contar: que si era un pozo sin fondo, que si no se encontraba el autobús, que si allí el agua era salada porque había una conexión extraña con el mar... El caso es que cuando paseaba con mis padres por allí me agarraba a la barandilla con fuerza por si acaso.


Luego cambié de barrio y ahora mi casa (alguna casa, que dice Calamaro) está al lado del río y paso decenas de veces al mes. Y siempre lo miro, con rabia al verlo tan seco, con pena al verlo tan dejado, con miedo cuando brama y baja crecido, con cariño cuando parece un río normal. Aunque no se crea, algunos hablamos con el río, y lo necesitamos.


Por eso me da tanta pena que hablen de que un río desperdicia el agua que va al mar. Los ríos son eso, agua que va al mar ("nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir" que dijo Jorge Manrique). Y lo que es evidente es que no podemos crecer y crecer indefinidamente a costa de un recurso natural que se agota (aunque curiosamente eso no se refleje en el precio que se paga por él), que no se pueden hacer regadíos a cualquier precio (y eso incluye a mis paisanos aragoneses), que la agricultura intensiva y sin preocupación medioambiental, los campos de golf, los proyectos faraónicos de todo tipo (de Marina d'or a Grand Scala) se dan de leches con lo que es gestión sostenible del agua. Y que la demagogia es muy peligrosa.


A mí sólo me faltó conocer el maravilloso Delta del Ebro, del cual os pongo dos fotos, para convencerme de lo fantástico que puede ser un río y su entorno natural bien preservado.

P. S. Además de la música de Jobim, que siempre viene bien, hoy suena en mi ordenador uno de esos discos para días de lluvia que dice mi amigo Sergio Algora, el deliciosamente triste y que ya nombré por aquí, Way to blue, el recopilatorio del cada vez más de moda y reivindicado por los post-folk Nick Drake. Saludos.

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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

12:02 a. m.  

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