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miércoles, marzo 19, 2008




La ciudad suspendida










Ya de nuevo en esta "maravillosa cotidianeidad" de esta piel de toro donde se habla de lo mismo de siempre y las procesiones de una determinada fe (no voy a dar pistas para que no se ofenda nadie) cortan el tráfico, modifican la vida de todos los demás, etcétera.


Todavía no tengo mis fotos de Amsterdam, he de descargarlas al ordenador y ya iré poniendo. Como he hecho un diario, a lo mejor escribo algo de él.


Como dicen que pasa con los viajes de avión, todavía mi alma está allí, en esos majestuosos canales que empiezan a ver las primeras hojas de los árboles, en esas casas con ventanales enormes abiertos de par en par, en un exhibicionismo de la belleza que casi duele, con esas casas forradas de libros que además parece que se han leído, con esos "bruine cafe" donde pasaría uno horas (y de hecho las pasé) viendo caer las gotas de lluvia y las cervezas, a veces con la pipa encendida cual marinero varado en tierra extraña e invadido por una feliz melancolía. Allí, donde por las noches apenas se oye el runrún de ajadas bicicletas y olor de las sirenas del Barrio Rojo.

Y además, la gente parece feliz, con esa sopa de guisantes que tiene además pies de cerdo, salchichas, puerro, zanahoria, bacon y que parece más espesa que la conciencia de Freud, con esos tranvías que, a pesar de su modernidad (¿os imagináis cómo sería esta ciudad con tranvías antiguos de esos que se ven ya sólo en Lisboa?) siguen con su ritmo pausado y, en frase feliz de Rosa Chacel, "el tranvía también es un sitio maléfico para los diálogos de dificultad íntima. El tranvía no adapta nunca la puntuación de su marcha a la de nuestra conversación". En fin, que me ha vuelto a gustar mucho y que os recomiendo el viaje a todos los que os guste la Belleza con mayúsculas. También, evidentemente, hay otro Amsterdam, el de los Coffeeshops y el Barrio Rojo, y tiene su público, juvenil sobre todo. Pero yo os quería hoy hablar de éste, del mío.
P.S. Iba a comprarme algo de música holandesa, y de hecho me he traído jazz de una holandesa de nombre inescribible para mí ahora, pero si de verdad queréis saber qué es lo que más oí allí, en bares y demás, fue a Aime Mann, la BSO de Magnolia, que creo que no había puesto por aquí. Y otro día os hablaré de lo que sonaba en mi habitación al apagar la BBC y ponerme el disc-man. Tiene que ver con lo que os pongo para escuchar además, no os quejéis. Salud.

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3 Comments:

Blogger Alfonso said...

Bienvenido otra vez. Tendrás que comentar con detalle esa nueva visita amsterdamesa; la anterior estuvo muy bien. Nos vemos pronto

10:03 a. m.  
Blogger conde-duque said...

Bienvenido de vuelta. Me encantaría leer más cosas. Tienes que abrir ese diario y ponernos algo.
Un saludo.

4:43 p. m.  
Blogger narrow said...

Sí, quiero ir poniendo cosas, igual hago varias secciones para hacerlo más entretenido. Saludos a los fieles visitantes.

2:27 p. m.  

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