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martes, octubre 28, 2008









Una identidad de frontera



En esta época de identitarismos, casi lo mejor que se puede ser, como en esa peli de Aki Kaurismäki, Un hombre sin pasado, es ser de frontera, no ser nada y serlo todo, estar allí donde se diluyen las identidades y las banderas, donde se confluye y no donde se diverge.




Esto viene a cuento por una vieja obsesión mía, una de mis Itacas particulares, Trieste. No recuerdo desde cuando me viene esa obcecación, probablemente del día en que empecé a leer a Claudio Magris y su Danubio, ese excelente libro que siempre recomiendo a todos aquellos que les gusten los libros de viaje, de reflexión sobre el paisaje y las gentes, sobre la historia y su peso. Magris es el narrador triestino por antonomasia, candidato perpetuo al Nobel (lo cual es una tontería, es mejor no tenerlo vistos, en general, los que no lo tienen ni tendrán), y de su ensayo, recientemente publicado en España, Trieste, una identidad de frontera, escrito a medias con Angelo Ara, tomo el título.



Pese a llevar varios años detrás del libro (he estado varias veces a punto de comprarlo en italiano), me defraudó un poco, esperaba más de él, pero me sirvió para que se incrementaran mis deseos de ir a Trieste, el puerto más importante del imperio austro-húngaro, la ciudad italiana de extracción eslava donde se habla italiano, alemán, esloveno...,donde se publicaban periódicos en decenas de lenguas, y donde la idea del café como ágora pública alcanza los más altos grados de excelencia. Por ejemplo, éste que os he puesto arriba, il café degli specchi, uno de los más conocidos.

Trieste fue también candidata a la Expo 2008, pero obviamente no la consiguió, mejor así, sin megaproyectos que desvirtúen esa "perla del Adriático", como se la conoce, así cuando uno vaya por allí a callejear, a cafetear, a descubrir una de las ciudades más cultas de Europa (me la imagino plagada de librerías), a dejarse llevar por el sonido de los barcos amarrados, como si fueran las sirenas de Ulises, así, digo, me la encontraré anclada en su pasado.
P.S. Le pongo un cd que ya os dije que me había comprado, el dúo Il Genio, que no sé de qué parte de Italia son, pero ahora mismo estoy tarareando su canción "Una japonesa en Roma".
Salud.

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2 Comments:

Blogger Alfonso said...

Y ya le añades las novelas del alemán (residente en Trieste) Veit Heinichen, con su comisario Proteo Laurenti, una especie menor de Montalbano, y te imaginas una preciosa manzana con gusanito dentro. Un saludo

10:54 p. m.  
Blogger narrow said...

Ya, ya, poco a poco, que son caras.
Saludos.

12:39 p. m.  

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