Saber y perder/ lo tengo por costumbre
Elogio de los tranvías lentos
Ya he hablado en ocasiones del gusto que tengo por las ciudades con río y/o canales, y más si son navegables (me hace ilusión ver en el Ebro estos días unos pequeños barquitos que hacen la ruta de la Expo y algunos embarcaderos que han hecho en el río, ya se podía haber hecho antes...). Eso le da un aire contemplativo a la ciudad, un sosiego y una tranquilidad de las que bien necesitadas están nuestras ciudades. Ver un río que se desliza suavemente, con aguas limpias y lleno de vida, es una gozada, sentarse en su ribera y mirar hacia afuera y hacia adentro.
Pues los tranvías no dejan de ser ríos en las calles, tienen esa característica de permitir la reflexión y la mirada exterior. Y puestos a elegir, me gustan los tranvías destartalados, de madera, como los que yo cogía en mi infancia en Zaragoza para ir a la torre de mis abuelos (ya hablaré un día de eso), que recuerdo que el timbre para pedir parada se oprimía con el pie. Ese 28 de Lisboa, cuyo recorrido es un auténtico patrimonio para la Humanidad (y creo que lo iban a proteger así), los de Praga, eficaces, el sube y baja de algunas líneas de Bruselas (una excelente oportunidad de ver barrios que si no nunca visitaríamos) o los de Milán, que os voy poniendo en fotos (la primera es la estación de Puerta Génova, y el tranvía era el 9). Me gusta el ruido que hacen, su toque de campana, que en Milán sus conductores tengan que bajar, tranquilamente, a hacer el cambio de vía, que te dé el aire sin contaminar, que estén fabricados en Manchester o en el Berlín de los años 20. Son pedazos de historia que, sin romanticismo, van por algunas calles de la vieja Europa. El año pasado, en La Coruña, también había uno, viejo pero arreglado, que en temporada turística lleva a la Torre de Hércules y hace un majestuoso recorrido por Riazor y toda la bahía. Algo es algo. Los nuevos que ponen en ciudades como Barcelona y Valencia están bien, son tranvías, y recuperar esas vías de los coches para el público está bien, pero a mí dejadme con los viejos.
Una vez leí que un arquitecto zaragozano los colecciona, y que en una nave cercana a Zaragoza guarda 40 o así, ¡qué gozada!
P. S. no recuerdo úna canción que hable de tranvías, pero este disco de Steve Reich y Kronos Quartet con la colaboración de Pat Metheny sí que me gustaba, atmosférico y relajado. Salud.
Etiquetas: Milan, Steve Reich, tranvías, Viajes por Europa
4 Comments:
Sí, los tranvías dan paz a los viajes, pero cuando van vacíos. Y no has nombrado ese tranvía que vimos de noche, en el barrio de Brera, en el que iba la gente cenando... (¿puedo llamarlos pijos?). A ver si sigo con este diario milanés compartido.
Sí, es verdad, lo quería haber comentado, un bellísimo tranvía atravesando el no menos bello barrio de Brera con la gente cenando entre cortinas. ¡Qué envidia!
saludos.
Hola narrow, aqui Nacho Cinto desde las aulas grises en que la Milagros meneaba el culo escribiendo griego;
Desde los heraldos negros de Algora sigo tu blog.
Lo disfruto casi a diario: adelgazar en una calle de Praga, saber y perder lo tengo por costumbre, tranvías lentos, buenísimas sugerencias para leer y escuchar. Casi hecho a la medida...
Me encantaría tenerte de lector asiduo y que colaboraras en el mío.
Salú y libertá
Ahora me paso, que normalmente como voy de ciber visito pocos blogs. Salud.
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